Padre, perdónalos porque no saben
lo que hacen
Vuelan los buitres
sobre los cielos del
Gólgota.
El aire mortecino
afila la guadaña.
Los hombres matan,
torturan,
esclavizan,
envilecen.
Nuestro Verbo
Encarnado
ya está crucificado.
Nuestro Verbo descarnado
agoniza.
Agonía de la
Inocencia.
Agonía de la Bondad.
Agonía de la Verdad.
Agonía de la Belleza.
Agonía del Amor.
Los hombres matan,
torturan,
esclavizan,
envilecen.
Todos crucificados:
el inmigrante en la
patera,
el refugiado en el
alambre de espino,
el indigente en los
cartones,
el misionero en la
misma Cruz de Cristo.
La historia del mundo
es la historia
de la Crucifixión;
el martirio perpetuo.
Los hombres matan,
torturan,
esclavizan,
envilecen.
Mas Tú pides al Padre
que los perdone,
porque no saben lo
que hacen.
¿O sí lo saben?
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Yo te aseguro: hoy estarás
conmigo en el Paraíso
Somos ladrones
empalados junto a
Cristo.
Robamos a Dios
para dárselo al
diablo.
Robamos a la Vida
para dárselo a la
muerte.
Robamos y robamos
compulsivamente.
Y esta inclinación al
mal,
tan propicia de la
especie,
se acrecienta hasta
el delirio
cuando creamos
paraísos en la
tierra.
Paraíso del hombre
nuevo: Gulag.
Paraíso de raza pura:
Auschwitz.
Paraíso de género e
inmortalidad
donde reina el
Anticristo.
Todos los paraísos
humanos,
de ayer,
de hoy,
de mañana,
son campos de
exterminio.
Pero Dios nos perdona
en su infinita
Misericordia,
y con el buen ladrón
nos conduce al único
y auténtico Paraíso:
ese jardín tantas
veces soñado,
donde el Amor reina
eternamente.
Casa del Padre.
Casa del Hijo.
Casa del Espíritu
Santo.
Morada para la Vida
Eterna.
-----
Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí
tienes a tu madre
Hogares encendidos.
Hogares incendiados.
Hogares calcinados
por el fuego del
infierno.
Hogares
donde el demonio
ha plantado su
guadaña.
Hogares sin amor,
sin abrazo,
sin beso.
Hogares sin familia.
Hogares del padre
muerto,
de la madre muerta,
de los hijos muertos.
Hogares de los
huérfanos.
Hogares del ojo por
ojo
y todos ciegos.
Hogares de la
venganza,
del permanente duelo.
Hogares del odio,
de todos contra
todos.
Hogares del vacío.
Hogares de la nada.
Hogares sin hogar,
como un piso de
suburbio
abandonado y frío.
Hogares de la derrota
y de la muerte.
Mientras tanto
Jesucristo,
creador de la
Familia,
antes de subir al
Padre,
reúne a los suyos,
a María,
a Juan,
en el Hogar amoroso.
Madre e Hijo
que escuchan la
Palabra de Dios,
y la cumplen.
María y el discípulo
amado
combaten con Amor
los males de este
mundo.
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¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me
has abandonado?
Dios mío, Dios mío
no nos dejes solos
ante la Vida.
No nos dejes solos
ante el demonio.
No permitas
que nos apartemos de
Ti.
Protégenos del mundo,
pues Tú no eres del
mundo,
y nosotros tampoco.
Acompáñanos en este
destierro.
No nos abandones
en el trance de la
muerte.
No nos abandones
en el tránsito
de la vida a la Vida.
Líbranos de la
angustia
que produce la
muerte,
cuando se va
acercando
con su rostro de
nieve.
Líbranos del dolor
del cuerpo y del
Espíritu.
Te pedimos compañía
para combatir
nuestra profunda
soledad.
Somos tan poca cosa
que no llegamos a
comprender,
por qué nos quieres
tanto.
Nos amas hasta el
extremo.
Nos mimas,
nos alientas,
para vencer las
trampas
de este universo,
para seguir viviendo.
Te pregunta tu Hijo:
¿por qué le has
abandonado?
Tú sabrás la razón.
Tú solo tienes la
respuesta.
Mas el corazón nos
dice
que no hay tal
abandono.
-----
Tengo sed
La angustia de la
muerte
reseca la garganta.
¿De qué tenemos sed?
¿De Vida?
¿De Dios?
El planeta es un
desierto
sin oasis,
sin Vida,
sin Dios.
El mundo avinagra
la boca de los
hombres,
y vomitan el odio,
la venganza,
la iniquidad.
Dioses de sí mismos
se atrincheran en su
poder destructor.
los animales se
extinguen,
los polos se
desangran,
el fuego se adueña de
bosques y montañas,
el aire envenenado
revienta los
pulmones,
el corazón,
el alma.
Sed de soberbia,
sed de orgullo,
sed de sinrazón.
Insaciables,
los hombres se
apropian
del presente,
del futuro de la
vida,
que no les pertenece.
Desde la Cruz,
y con las gotas de
vinagre
cayendo de su boca,
Jesucristo se
compadece
de sus hijos
perdidos.
De estos hijos
que ya no tienen sed
de su Agua Viva.
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Todo está consumado
Se acerca el final de
la agonía,
se acerca la hora
nona de la muerte.
De su costado brota
sangre y agua.
Deicidas
y homicidas,
huimos de la Luz,
buscamos las
tinieblas.
Ocultamos los
rostros,
escondemos las
miradas:
Las palabras
enmudecen.
Se revelan las
sílabas sagradas.
De la Vida
se ausentan las
vocales,
lloran las
consonantes.
¡Traición!
¡Traición!
¡Traición!
En cada hombre
se cuela un iscariote.
Los judas proliferan
por todos los
rincones.
¡Cuánta desolación!
¡Cuánta ruina
en este mundo tan
mendaz!
Los ángeles caídos
oscurecen el cielo.
Los ídolos se adueñan
de nosotros.
La tierra toda
es un campo de
batalla.
Todo está consumado.
Todo está cumplido.
Sin Fe.
Sin Dios.
La Humanidad agoniza.
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Padre, a tus manos encomiendo mi
Espíritu
Nuestro Verbo
Encarnado y descarnado
se encomienda a la
Palabra Viva.
¡Oh, Padre del Amor!
¡Oh, Padre Nuestro!
¡Oh, Padre del Amor
correspondido!
Acoge en tu seno
el Espíritu sufriente
de tu Hijo.
Espíritu que es tu
propio Espíritu.
Espíritu de Dios.
Espíritu de Cristo.
Pura Misericordia
Infinita.
Tú eres la Ciencia
del Perdón.
La Ciencia más
exacta.
La Ciencia más
humana.
La Ciencia del
secreto de la Vida.
Tu Sabiduría humilla
los pensamientos
insustanciales
de los hombres.
Tú nos conoces,
y de cada corazón
haces un Reino
de Paz y Armonía.
Tú eres la vid
y nosotros los
sarmientos.
Tú, como Padre,
no quieres hijos
huérfanos.
Con nuestra cruz te
seguimos
para conquistar el
cielo.
No hay Salvación sin
cruz.
No hay Paraíso sin
sufrimiento.
Protégenos del mal,
que somos hijos
tuyos.
Somos de tu
Genealogía.
Pero estamos
tranquilos,
porque tú has vencido
al mundo
para salvar la Vida,
y defenderla de todos
los peligros.
Padre,
a tus manos
encomendamos
nuestros débiles
espíritus.
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