lunes, 21 de julio de 2014

POEMA CONTRA EL MUNDO Y ELOGIO DE LA VIDA

¿No es Verdad que el Amor
se alza en las altas cumbres
y siembra los valles con su semilla
fértil e imperecedera?

¿No es Verdad que el Amor es Verdad?
¡Y Bondad! ¡Y Belleza!
Y todo lo que un corazón desprendido desea.

Sí, un corazón liberado de quejas inútiles,
que se lanza a querer la proximidad
y la lejanía,
las abscisas de una pena inconmensurable,
el centeno de una noche insoluble,
el dolor de una duda infatigable.

Querer, quererlo todo,
como si fuera una apuesta permanente,
sin miedo al fracaso,
arriesgando el hálito Vital
de un posible desfallecimiento.


Un hombre hacia delante,
alzado hacia el futuro
y de despejada frente.

Un ser de abrazo y beso,
que responda al cariño de la aurora
con una misiva agradecida,
con un azul intenso a pie de página.

Es preciso responder a tanta Gracia,
al inmenso regalo de Vivir,
al poder observar la luna llena;
sí, responder con el eco del origen,
con la cuna que los labios guardan,
con la voz entrecortada por la emoción
antigua de la dicha.

Nos rodea el infinito,
el calor, el ocaso,
la dimensión perdida de un triángulo amoroso,
el lecho del sueño sosegado,
el desayuno de estrellas,
la laguna de donde emergen aquellos recuerdos imposibles.

Y todo ello cuadra con la Vida,
con tu Vida, con la mía,
porque la felicidad está a nuestro alcance,
cuando ríes, cuando lloras,
cuando sientes el gozo y la desdicha,
cuando al atardecer el rostro se tizna
de melancolía y no sabes qué hacer,
cuando afirmas o niegas.


Vivir es así de contradictorio,
opuestos que se unen,
opuestos que pelean por un rayo de sol
en cualquier amanecida,
opuestos, por supuesto, para atraernos más
y dejar a los imanes en ridículo.

Opuestos, mas cercanos,
conviviendo de la mano,
preposición y gerundio bien juntitos,
dedos que se alían con más dedos,
cruces de pasión,
signos de entrega.


Entregados uno al otro,
haciendo de la disparidad
bandera de acogida,
sabiendo que de la diferencia
se nutre la igualdad de la Vida.

Distintos y, por lo tanto, iguales,
no en peso y en altura,
no en talla o en horma de zapato,
sino en corazón abierto hacia mañana,
en pálpitos recientes y sinceros,
en el latido fugaz de una promesa.


No hay nada mejor que prometerse
fidelidad humana compartida,
Bondad de corazón,
ansia de alcanzar la Belleza en una sílaba Divina.

Verdad será lo que después suceda,
después de la Bondad,
después de la Belleza,
después de haber amado la aurora boreal
ceñida entre tus labios.

Cortaremos el tiempo en mil pedazos
y del rompecabezas resultante
pondremos manecillas a las hadas,
a las veletas del cielo
y a las nubes que respiran por sus bolas
de granizo.



Qué bien estaremos así,
sin tiempo, mejor dicho con el tiempo como adorno,
como puro decorado,
donde todo permanezca.

Por fin, liberados de la muerte,
y con los relojes parados
jugaremos a Vivir eternamente,
jugaremos a Vivir un sueño eterno.

Jugar, Vivir,
con las reglas Divinas aprendidas,
para hacer un juego limpio
y apostar con los ángeles
en la ruleta del cariño,
para ganar siempre
en todos los números,
en todos los colores,
en todas las casillas disponibles.



Casino del azar,
donde el Amor se suma a los amores,
donde la dicha corrige a la desdicha,
y donde el alma apuesta por sí misma.

Almas de Dios,
que pueblan los espacios vacíos de la nada,
esa nada que es y no es al mismo tiempo,
esa nada, ese hogar de mínima existencia,
ese todo Vivir infatigablemente.

Porque la Vida no desfallece,
ni se cansa,
ni se fatiga,
y sigue y sigue
enriqueciendo su propio delirio,
ganando altura,
ensanchándose hasta ese más allá inalcanzable.


Así Vivimos tú y yo,
pronombre con pronombre,
yo en ti, tú en mí,
en este inagotable cambio de papeles
que nos refresca las tildes venideras,
los acentos, las vocales
y las consonantes.

Qué suerte intercambiar mis letras
con tus letras,
mi tono con tu tono,
mi canto con tu canto.


Cantar en los ocultos recovecos
de ese amanecer disparado en el cielo ,
juntos, al unísono,
para celebrar tu Vida con mi Vida,
ese latido inmortal que se aposenta en nosotros
como un regalo único,
único en los dos,
un único latido,
un solo corazón,
la misma sangre,
el mismo Amor.

Y de esta mismidad sacar el fruto
del primer encuentro,
de aquella reunión originaria,
donde tú y yo nacimos como Uno.


Así somos nosotros,
así es la Humanidad,
esta unidad nacida de la Vida
donde las diferencias son compatibles
con el mismo rumbo,
con el mismo sendero,
que nos conduce al Paraíso.

Distintos pero iguales en todo,
en el paso, en el aliento, en la mirada,
en el humor, en la sonrisa gozosa,
en el dolor de los días aciagos,
en el haber nacido en el mismo lecho.

Esta similitud, que precede a las leyes,
es la Ley Natural que nos gobierna,
mucho antes del mundo,
mucho antes de la Vida en la tierra.


Hijos de la Vida primigenia,
zurcidos al Señor con hilo de bramante,
para no separarnos jamás,
para no caer desfallecidos,
para ser y estar siempre y por siempre.

Ser de corazón y estar a cualquier hora disponible,
para hacer del bien la gran hazaña de la Historia,
para distribuir la Bondad a manos llenas.

Y recordar que para estar
en cualquier rincón del mundo,
primero hay que ser invisible en la Vida,
pero visible ante Dios,
ante sus ojos Misericordiosos.


Dios sólo busca corazones ofrecidos,
para contarles en secreto
el mucho Amor que guardan,
toda esa caridad que puesta a prueba
levanta a los enfermos de su cama,
alimenta al hambriento
y acuna a las almas doloridas
con un susurro blanco.

Es preciso elogiar este silencio,
actuar desde dentro,
con nuestra Voz callada,
obrar sin que nadie se entere,
para que mi Bondad se asome a tu Bondad,
y más que sumar dos,
sumemos infinito.



Infinitos deseos tiene el hombre
y a todos quiere satisfacer sin pausa y con premura,
y al no poder lograrlo
idolatra a la bestia que su interior alberga
y en bestia se convierte
blandiendo cuchillos, espadas, tijeras,
invadiendo aldeas, capitales, imperios,
y haciendo de su propia frustración
una guerra contra sí y contra todos.

Así se ha escrito la Historia desde siempre:
deseo contra deseo,
palo contra palo, bandera contra bandera,
pueblo contra pueblo,
sin dejar a salvo siquiera
el más mínimo gesto de inocencia.


El hombre ya no es inocente
cuando cree que la Vida es suya,
y que a él le pertenece.

Esta impostura propia de la especie
de ser dueños de todo:
de los campos, de los ríos,
de la mar, de Marte, de Neptuno,
lleva al hombre a la locura
de hacer y deshacer,
de atar y desatar,
un nudo en la garganta ajena,
juzgar con todos los poderes,
decretar la muerte de un hermano,
idolatrar el mundo y su ruleta rusa.

Vivimos un suicidio colectivo
al creer que sólo estamos nosotros,
que nuestros poderes son solamente nuestros,
que no hay nada que hayamos recibido.


Por recibir, hemos recibido todo,
en primer lugar, la Vida,
una Vida finita,
que tras el tránsito de la muerte,
se rehace para siempre en la eternidad.

Andar, pensar, moverse…,
son preciosos regalos de los que disponemos
para hacer el bien,
respetar lo que nos rodea
y respetarnos a nosotros mismos.

Con nuestra Carne
-templo del Espíritu Santo-
plagada de impresiones,
movemos el cuerpo
y nos reconocemos en la sensibilidad
como seres transcendentales,
como hombres Verdaderos.


Somos Carne gozosa, también sufriente,
Carne de la Vida que ríe y ama,
Carne que nace como Comunidad,
Carne amistosa, previa a la relación social,
anterior al nacimiento de la sociedad.

A esta Carne hay que mimarla,
educarla, desarrollarla,
para que lo que venga después
se encaje bien con la Vida.

Esta Carne sincera mueve el mundo,
a los astros, al universo,
porque de Carne están compuestos
los Deseos Infinitos,
su realización, su logro y resultado.


Pero el mundo pone todo del revés,
al cuerpo antes que a la Carne,
a la muerte antes que a la Vida,
al placer antes que al Deseo.

Un hombre del revés es un hombre cosificado,
un objeto sin valor, una piltrafa.

Del erotismo hace pornografía,
del Amor, el desamor,
del trabajo, esclavitud.

Esclavos de sí mismos,
los hombres legislan para el mundo
y legalizan el horror
y legitiman la tortura y el asesinato.


Hablan de Derechos Humanos
con el paso torcido,
con el paso cambiado,
sin ninguna rectitud.

De sus bocas salen palabras y palabras,
tan vacías como la boca del pez,
tan insignificantes que nadie
se reconoce en ellas.

Desaparecen las lenguas, los idiomas,
la personalidad de la voz propia,
el auxilio de la expresión humana,
el aullido de la onomatopeya…

Mudos ya, los hombres,
recurren a las ballenas para calcar sus sonidos,
a los tigres, incluso, para copiar sus rugidos,
y se asombran del éxito
de la comunicación animal.


Pues la comunicación humana se ha perdido,
sólo se encuentran fósiles de ella en los desagües.
¿Cómo eran las palabras?
¿Qué sintagmas unían corazones?
¿Qué verbos conjugaba la alegría?

Algunas de estas respuestas
las dará la arqueología,
si acierta en las investigaciones.

Y, por supuesto, la Vida,
la única que habla,
la única que escucha,
la única que investiga el corazón
a pecho descubierto.

Su voz es incansable,
al hombre le recuerda que estuvo Vivo,
aunque en este instante desfallezca
y acuda a la memoria,
y se enrede en la nostalgia,
para revivir la vida que antes tuvo
y de la que ahora carece.


Traer ese pasado Vivo hasta el presente,
volver a renacer,
mirar hacia el futuro con los ojos despiertos,
iniciar el camino,
caminar con la Vida grabada en las entrañas.

Que al hombre moribundo
le suceda un bebé con la sonrisa abierta,
con los brazos en alto,
sorprendido de sus manos voladoras,
de sus dedos que, al moverse,
conmueven a los duendes que pululan por el aire.

Porque el bebé es pura inocencia
que no nace en el mundo ni para el mundo,
sino para incrementar la Vida.


La Historia del mundo
es la Historia de la dejación de la Vida,
siempre humillada, maltratada,
ausente.

Mas de tal abandono, sale fortalecida
allí donde se implante,
en todos aquellos sus dominios,
-que son todos los dominios-,
esa totalidad que danza,
que respira,
que seduce,
que te embriaga,
que te lleva y te sostiene en pie
y que te hace exclamar ¡Viva la Vida!

A esta exclamación se opone la del mundo:
¡Viva la muerte!

Este “Viva” cruel,
machaconamente repetido,
a lo largo de los días,
a lo largo de los años,
a lo largo de los siglos,
insistentemente idolatrado,
ensalzado en estandartes y banderas
con los signos propios del maligno.


Un mundo demoníaco,
donde el Anticristo reina
con los brazos alzados
saludando con sus puños
el reflejo del horror
en el filo de la hoja de guadaña.

Cortante ha sido, es y será el hombre,
tanto en el filo de su lengua,
como en su respiración entrecortada,
que hasta el aire le teme.



No digamos las plantas,
los mares y los ríos,
las rocas inocentes,
la naturaleza toda,
los pobres e ingenuos animales,
todos guardan tanto temor
a la presencia humana,
que hasta la materia inanimada
se espabila para descontaminarse.

Extinciones de especies,
bosques en llamas,
energías mortíferas que a las aguas invaden…,
todo este carrusel envenenado
que desgarra los pulmones de todo lo Viviente.

Pero, ¡ay amigo!, el mundo es objetivo
y tiene que comerse a sí mismo,
tragarse la distancia que le separa del objeto de estudio
y hacer de lo objetivo, su objetivo.


Todo queda atrapado tras la lupa andariega:
el olor del rosal,
la pezuña del asno,
la respuesta a la interrogación,
la abuela de la madre de la célula madre,
el esqueleto del hombre del campo de exterminio,
el desesperado grito del feto en el aborto…

No se pone objeción a tanto objetivismo,
aunque rueden cadáveres,
aunque la tierra brame en terremotos,
lava, inundaciones y tornados,
aunque la clorofila cese en sus funciones…

El caso es seguir siendo “progresista”,
para arrasar el único progreso
que es el de la Vida.


Muerte por doquier es el progreso del mundo,
matar indiscriminadamente,
clasificar,
abstraer,
numerar,
ordenar…
para enterrar la Vida
y sustituirla por su simulación.

Simular antes que Vivir,
este es el lema del desarrollismo,
de las finanzas, de la inmoralidad,
de Oriente y de Occidente.

Todo el planeta inmerso
en el fingimiento,
en el fingir antes que en el Vivir,
en la objetividad antes que en la subjetividad.


Todos felices,
nuestras relaciones son totalmente objetivas,
seguras, controladas, imitadas, previsibles.

Yo hago lo mismo que aquel,
tú haces lo mismo que el otro,
todos hacemos lo mismo de lo mismo.

La misma camiseta ilustrada de estulticia,
el mismo pantalón por el que asoma el calzoncillo,
el mismo paso,
el mismo gesto,
el mismo maquillaje,
los mismos músculos,
la misma depresión,
el mismo autismo.

Espectros, fantasmas de sí mismos,
los hombres se codean con su propia miseria,
alternan con sus sombras.


Este apagón que sufre el universo de la Vida parece duradero
¿quién podrá remediarlo?
¿cómo devolver la luz a las tinieblas?
¿cómo Vivir de otro modo,
del auténtico modo?
¿cómo ser, por fin, un ser humano?
¿cambiando los hombres de la Tierra
por otros nuevos?
¿prescindir de los hombres
y dejar que la Vida siga su andadura?

Antes de buscar respuestas,
hay que devolver a cada cosa lo que es suyo:
al hombre, su dignidad, su Vida,
a la Vida, la Vida,
al corazón, un Amor enternecido.


Mas ¿cómo hacerlo?
Renunciando al mundo para cogerlo en su trampa

Esta trampa mortal
de confundir la Realidad con una imagen.

¿Pues qué queda de ti?:
la imagen del espejo.

Imagen de la imagen que ni siquiera es
de tan distorsionada, de tan olvidadiza
de su propio origen.

Y menos aún una imagen de su Vida,
el hombre sólo es ausencia de sí mismo,
nada de nadie, nadie de nada:
un vacío inmisericorde,
un vacío relleno de vacío.


Pantallas de todos los tamaños,
móviles, tabletas (ya no de chocolate),
guasaps…,
registran esta nadería infernal,
superponiendo imagen con imagen,
penumbra con penumbra;
escribiendo con escayoladas palabras
mensajes anodinos
que al corazón no llaman.

Porque de corazón a corazón
ya no se dice nada,
sólo cuentan las redes,
esas “redes sociales”
en las que nunca sabes quién está detrás,
y entonces te diriges al vacío
o a un espía que te sigue los pasos,
te analiza las huellas,
te supervisa los signos,
si es que alguno queda
después de tanto lastre perdido en el camino.



En este espionaje universal,
toda sombra es sospechosa
de urdir una querella,
de denunciar al vecino,
de provocar paranoias.

Todos siguen a todos,
todos persiguen a todos,
todos vigilan a todos.

Cualquier movimiento es motivo de sospecha,
cualquier paso en falso es descubierto,
cualquier tropezón es imputado.

Ya no se mira de frente,
se mira hacia atrás por si alguien viene,
se gira la cabeza como la niña endemoniada,
para hacer de policía con tu padre
o con tu hermano.


¿Quién es mi padre?
¿Quién es mi hermano?
¿Cuál es mi parentesco?
¿Dónde está mi familia?

La imagen del hombre no responde
porque es muda,
porque es una careta de hormigón armado,
porque una imagen no Vive,
ni tiene Vitalidad,
ni puede tener familia,
ni puede tener cariño.

Con imágenes tampoco hay sociedad,
ni leyes, ni “Estado de Derecho”.


Con imágenes, las encrucijadas
de esta selva mundial,
quedan ocultas por el peso de los megas.

¿Cómo desbrozar el camino?
¿Cómo devolver al hombre su hechura,
su anchura en el universo,
su rango, su nombre?
¿Cómo devolverlo a la Vida?

Recordando el Origen.
Haciendo memoria.

¿Quién te hizo a ti?
¿Quién me hizo a mí?
¿Quién nos trajo?
Se impone la respuesta:
Dios


¿Por qué seguir ocultando la Verdad?
¿Para qué seguir enterrando la Realidad?

La Verdad: la Vida.
La Realidad: la Vida.

Dios: el Camino, la Verdad y la Vida.

Sin Cristo no hay entrada.
Sin Cristo no hay salida.
Somos su Imagen.

Nunca una imagen del mundo.
A su Imagen y Semejanza fuimos concebidos.
Con la imagen mundana siempre
seremos derrotados.

Un hombre imaginario
no es un hombre Verdadero.

Un hombre Verdadero es un hombre virtuoso.
Un hombre Verdadero no es una excrecencia tecnológica.
Un hombre Verdadero no es un ser genético.


A un hombre Verdadero le arropa el manto de la transcendencia,
del Espíritu puro, del Soplo creador.

No existe parentesco humano,
pues al ser nuestra genealogía Divina,
debemos rendir cuentas al Padre de Verdad.

“Yo soy la Vid y vosotros mis sarmientos”,
Unidos a la Vida y en la Vida,
somos UNO,
esta Unidad venida desde lejos
y siempre tan cercana,
esta Unidad que debe defender
la Persona Universal de la Humanidad
para poder salvarse.


Sin Cristo,
todo el horror mundano y humano
permanece.

Sin Cristo,
siempre Auschwitz.

Y nos matarán a ti y a mí,
mientras dejamos nuestra imagen colgada del perchero.

Manuel Arandilla
Verano 2014